Dos besos que tú me diste
los coloqué en mis mejillas,
con discreción y a hurtadillas
pues así tú lo quisiste;
soy para siempre querido
y eternamente besado
este milagro soñado
sólo tú lo has conseguido.
Me nace quererte así,
sin conocerte siquiera,
pero sabes cuanto diera
por tenerte junto a mi;
estrecharte dulcemente
y besar tus labios rojos,
embebido en los sonrojos
que te invaden finalmente.
Tu nombre que suena a mar
ya lo quisiera escribir,
pero lo voy a decir
cuando te acabe de amar.
Mi guitarra se desvela
y mi voz se desmañana,
como amarte me consuela
dejo abierta la ventana,
tal vez oigas en mi canto
mi pesar y mi quebranto.
Cuando te invito a quererme
no arriesgas tu libertad,
serás libre como el viento
y yo seré como el mar:
mi querer no supedita
ni coarta la voluntad.
A fuerza de amar me hice amante
y de soñar soñador,
así disfruto mejor,
pues la vida es un instante
Son las mujeres hermosas
para mi una bendición;
pero también, por descuido,
pueden ser mi perdición.
Apenas es de mañana,
el amor me ha levantado,
tiene la piel de manzana
y el corazón encantado.
Un sombrero identifica
al sol que me favorece,
cuando su luz aparece
una copla me dedica,
mi verso lo clarifica:
el cielo ella se merece.
Es todo por este día,
mañana será otro caso,
me despido con abrazo
si disculpan la osadía,
mujeres mi valentía
es amarlas paso a paso.
Si alguien quiere saber
a quien dedico mi verso,
mirando hacia el universo
lo podrá reconocer,
es una estrella brillante,
de porte muy elegante,
la dueña de mi querer.
Con el alma conmovida
y los sentidos alerta,
celebro que estés despierta
para ofrecerte mi vida;
porque me falta fortuna
voy a tocar a tu puerta
obsequiándote la luna.
Escribo en este papel
para darle un uso bueno,
porque yo en cosa de amores
no me meto con lo ajeno.
Una pena y otra pena
juntas son mi penitencia,
por amarte sin remedio,
sin esperar tu clemencia.
Los amores que prefiero
con yacua no he de amarrar,
ni con mecate tilinque
porque se pueden soltar.
En esta noche la luna
se ocultó cuando saliste,
no quiso ver la fortuna
que con tus besos me diste.
El amor me hizo coplero
y tus ojos soñador,
le das tono a mi guitarra
para que suene mejor.
Veinte coplas voy a hacer,
serán veinte o serán más;
ahora escúchalo mi bien:
sonarán por donde vas.
Con la copla me consuelo,
con la copla me resigno,
mi canto es un gesto humilde,
pero también es muy digno.
Ay amor porque me das
sólo falsas esperanzas,
si ella no quiere ni verme
y yo si quiero mirarla.
El amor es un embrujo
pertinaz y duradero,
el vendaval de su influjo
me avasalla por entero.
Cantaré al caer la tarde
y al despuntar la mañana,
así seguiré cantando
el resto de la semana.
Mientras tú sigas ahí
dónde te pueda mirar,
seguiré escribiendo versos
para hacerte suspirar.
Para ti son estas coplas,
las cantaré hasta que muera,
si tú me esperas adentro
te estoy esperando afuera.
Quiero sembrar mis caricias
en el jardín de tu piel,
y con tus labios abiertos
empalagarme de miel.
Qué no me importa la muerte,
para morir he nacido,
qué no me importa la muerte
pero si muero contigo.
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No se preocupen amigos
si me ven dando de tumbos,
es que hay mujeres hermosas
por acá por estos rumbos.
Luego me voy tambaleando
sin beber ningún licor,
una mujer me perturba
como vino embriagador.
Al mirarla me contengo
disimulando un suspiro,
aroma con su perfume
al lugar donde la miro.
Es dulce fruta madura,
morderla se me ha antojado;
como a la flor que es ajena,
voy mirándola de lado.
Ya con esta me despido
porque el espacio se angosta,
ahí les dejo mi saludo
desde el cielo de la costa.
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